#8 Amazing and Distressing


Cuando uno se muda, vaya donde vaya, siempre le cuesta.
Aunque sea para mejor, aunque sea temporal, aunque sea lejos o cerca de casa, de nuestros seres queridos, de todo. Cambiar cuesta. Siempre significa dejar tu entorno cómodo y adaptarte a todo lo nuevo. Y empiezo a creer que el estado de ánimo de quien se traslada de un lugar a otro es de todo menos estable.
Arriba y abajo. Espectacular, angustioso. A veces Increíble, a veces Horrible.
No hay término medio, al menos de momento.
Quizá cuando el cambio se asuma adaptándose del todo, dé paso a un estado de ánimo más sereno. Pero me cuesta entender cómo es posible la serenidad en ausencia de lo que nos es imprescindible. Tal vez no haya mucha serenidad en el estado de ánimo de los emigrantes, expatriados o como se llamen los intercambios de personas por el motivo que sea.
En estos días con menos noticias, todas estas ambigüedades nos llegan varias veces. Al día, he de decir.
En cuanto al "amazing", fantastico, increíble han sido las experiencias más bonitas vividas en un equipo de cinco personas más una perra, loca y dulce a partes iguales.
Los programas fuera de lo turístico, las personas increíbles e interesantes que ya hemos conocido, los eventos en los que hemos tenido la suerte de participar, los logros diarios de nuestros hijos y los éxitos profesionales que estamos experimentando, la gestión de las emociones al visitar lugares que nos emocionan, la experimentación con esta vida y esta cultura tan diferentes de las nuestras, las aventuras de estilo team-building que estamos viviendo en familia.

La certeza de que hemos tomado la decisión correcta, de que la vida debe vivirse plenamente con la intuición correspondiente, aunque te haga estremecer, y de que toda esta locura merece realmente la pena. Imposible experimentar, aprender de los libros, vivir como turista. Sólo como local, inmerso en la comunidad, disponible con el tiempo y la curiosidad para aprenderlo todo.
Y es realmente maravilloso.
Difícil de describir.

En lo "distressing", en lo angustioso, en lo horrible: está la nostalgia, lidiar con situaciones que suceden inesperadamente y que no nos facilitan la logística, y como siempre un montón de situaciones al mismo tiempo, y tener sólo el equipo de cinco en el campo para darle la vuelta a las cosas, y sobre todo en nuestra ausencia.
Preveíamos que los nuestros estarían lejos y que nos costaría.
Pero en situaciones extremas y antinaturales, no estar cerca para apoyar a los nuestros es horrible. Y a pesar de todos los medios que facilitan la comunicación, los abrazos y mimos que no se dan en momentos extremos son difíciles de digerir.
Rodrigo adora a sus primos. Y a sus tíos. Y a toda la familia.
Vivir en Lisboa tiene el precio de no llegar, a veces, a tiempo para despedidas y celebraciones únicas, pero sigue siendo una distancia cómoda de gestionar, aunque a veces usemos antihistamínicos para cruzar penínsulas con todo el equipo en tiempo récord, y sólo con paradas imprescindibles.
Esta vez, con la enorme distancia, no fue posible acercarse lo suficiente para compartir y apoyar la angustia de la familia, ante la despedida del niño campeón de ojos grandes y sonrisa abierta. Fue realmente horrible. Y difícil de describir.
Desde la distancia, espero que sientan nuestro apoyo en esta situación de desamparo.
Todos tuvimos el privilegio de poder presenciar de cerca tanto amor.
Y la sonrisa de este querido niño.
Y tratamos de aferrarnos a ese privilegio.

En la rutina de la vida que pasa, uno de estos jueves fuimos a pintar calabazas con los niños a un parque, y empezamos a preguntarnos porqué María tardaba tanto en llegar del colegio.
Fuimos a su encuentro y cuando la vimos a lo lejos, estaba llorando y tenía la cara llena de sangre. No nos dimos cuenta enseguida si alguién le había golpeado, si se había chocado con algo, si tenía todos los dientes, la nariz... sangre por todas partes y estaba inmensamente angustiada.
Matías llevaba calzoncillos usados en la mochila y eso fue lo que usamos para intentar detener la sangre. Estábamos muy angustiados.
Más tarde nos dimos cuenta de que había aterrizado de morros en la esquina de un bordillo tras salir volando de su patinete, con el peso de su mochila sumado a la inercia de la caída.
Me dejé una fortuna en la farmacia, me llevé de todo, desde pomada antibiótica hasta láminas de hidrogel específicas para quemaduras y todo lo que me recomendaron que parecía apropiado, y parece que va bien.

El jueves siguiente, volviendo del colegio con los tres en dos bicis, en un paso de peatones con el semáforo en verde para nosotros, "sólo" tuvimos que cruzar unos 14 carriles, y no sé cómo, la vi volar de nuevo y aterrizar, completamente envuelta en su bici.
Mientras luchaba por llegar hasta ella, con los dos más pequeños montados en mi vehículo, tardé unos segundos más, y eso fue suficiente para que un ciclista llegara más rápido, para intentar liberar a María de su bicicleta.
Entre el susto y el dolor que tenía, gritó tanto que el simpático ciclista, que no entendía portugués ni lo que nos decíamos, nos informó que iba a llamar a 911.
Le dije que no hacía falta, que nos dejara en paz, y que ya veríamos qué hacer en casa.
A pesar de los moratones, me di cuenta de que no había nada roto, y sólo era cuestión de volver a casa con los dos pequeños asustados, una ninã medio coja y dos bicicletas.
Rodrigo estaba en el centro de Los Ángeles en hora punta, y por eso tampoco podía hacer nada.
Por supuesto, tengo 27 canas y 3 arrugas más.
Por si acaso, este próximo jueves vamos a seguir el consejo de la tía Lucía y no habrá más vehículos para Mimi, que caminar está fenomenal.
Para despejarnos, nos hemos apuntado a organizar el "Carnival" en el colegio de Cuca.
Significa feria, y no es en febrero, es cuando quieras. Nada más llegar, nos dimos cuenta de que la traducción exacta debería ser "una especie de feria popular con esteroides".
Todo en grande, desde los hinchables hasta los concursos de rifas, el puesto de premios y los juegos tradicionales. Absolutamente increíble.
Como voluntaria, María estuvo en el área de comidas, asegurándose de que sus hermanos estuvieran siempre bien alimentados, lo que era una locura para ellos, los pequeños pidiéndole cosas a la mayor, y la mayor arreglándoselas para proporcionar almuerzo y golosinas a los pequeños.
Al final del Carnival, por todo su buen trabajo como vendedora de comidas a lo largo del día, recibió más tikets para gastar donde quisiera y aún así pudo disfrutar de los juegos del Carnival.
Este evento lo organiza la asociación de padres para recaudar fondos para la escuela, y todos los trabajadores son voluntarios (padres, niños y profesores), por turnos. Es una organización brillante, y al final, después de que los niños hayan recogido el mayor número posible de tikets en los juegos tradicionales, los cambian por premios, ofrecidos también por voluntarios e instituciones colaboradoras.

Llegamos a casa hechos polvo a pesar de no haber montado en los hinchables, y Matías se durmió sin cenar.
Mientras tanto, empezaron los preparativos de Halloween y no me gustó nada sacar pipas de calabaza, pero el resultado fueron calambres en la mano derecha, 3 callos y ¡unos niños felices!
Aunque se siente verano, estamos en el otoño, así que decidimos dejarnos aconsejar por los lugareños y visitar una granja cercana (1h40 en coche), para hacer un picnic y recoger manzanas. Allí hacía un tiempo otoñal, así que fuimos preparados y bien abrigados, y resultó que en California realmente tenemos casi de todo.
En cuanto a estaciones, paisajes y experiencias...
La experiencia en la granja fue tan buena que queremos repetirla. Recogimos dos bolsas de manzanas, montamos en tractor y vimos calabazas creciendo y esperando a ser recogidas.
Tomamos "patanisca fingiendo que era bacalao" para nuestro picnic, las manzanas son deliciosas, pero al precio de un buen solomillo de la mejor ternnera, y cada una de las que comimos, nos aseguramos de saborearla como es debido.
Ya hemos recomendado el Rancho Los Ríos a todos nuestros conocidos.
Fue realmente muy bonita la experiencia.
Mientras tanto, la agenda social de los niños empieza a ser complicada de manejar, y es con toda la emoción que intentamos llegar a todo a lo que les invitan.
La interacción con los amigos que ya han hecho es una de las cosas más bonitas de ver, ¡y los niños se están integrando muy bien hasta ahora!
Que siga así...
La semana pasada, Rodrigo se fué a San Francisco de conferência, y le encantó la experiencia.
Fue entonces cuando la ansiedad del final del día se apoderó de mí, pensando en cualquier tontería que pudiese ocurrir sin uno de nosotros dos cerca.
Iba conduciendo en silencio de vuelta del aeropuerto, a oscuras a las 4 de la mañana, en medio de los otros vehículos también mucho más grandes que el mio, en los mil carriles por sentido, con Matías durmiendo en el asiento de atrás, y las niñas durmiendo en casa al cuidado de Mel... y sólo me venian situaciones terribles a la cabeza.
Llegué a casa y puse el número de Jenny en el móvil de María.
Compartí mis penas con Jenny, porque decir las penas en voz alta hace que no sucedan, o prefiero creer en este pensamiento mágico.
Creo que asusté a Jenny, que inmediatamente me pidió el número de Rodrigo y María para su móvil. Y así lo hice. Contacto de emergencia compartido.
Sigo en modo mamá sherpa, pero prefiero no sentirme el único adulto responsable escalando este Everest.
Respiré hondo cuando recogí a Rodrigo en el aeropuerto, y esa noche dormí mucho más tranquila.

California lo tiene casi todo.
Solo faltais vosotros.
Un beso nuestro.